lunes, 29 de diciembre de 2014

En defensa del pueblo chino. Respuesta a Elisseos Vagenas (2ª parte)

Segunda entrega de mi análisis del artículo "El papel internacional de China", escrito por el responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Grecia en marzo de 2011. 


1. Introducción

En la anterior entrega de este trabajo, dedicado a la crítica del artículo “El papel internacional de China”[1], escrito en marzo de 2011 por Elisseos Vagenas, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Grecia (KKE), había hablado de las bases ideológicas de la concepción del mundo que subyace tras este artículo, que permitían explicar las posiciones adoptadas por el autor del mismo con respecto a China. También había hablado de la ruptura sino-soviética en los años 50-60 del siglo pasado, que también explica en parte de dónde proviene el odio que el camarada Vagenas siente hacia China. Una vez despejadas estas cuestiones ideológicas, en esta entrega vamos a meternos más de lleno en el análisis del artículo en cuestión, sin por ello renunciar a explicar ciertas cuestiones históricas, con el humilde propósito de facilitar el acercamiento a China para los no iniciados en la materia.

Al principio de su artículo, el camarada Vagenas dice lo siguiente: “el interés sobre la fuerza creciente de China es contradictorio porque se realiza bajo las banderas rojas y con el Partido Comunista de China en el poder”. Con estas palabras, Vagenas deja caer la idea de que China sólo es socialista en apariencia, lo cual nos indica por qué derroteros va a ir su “análisis”. Normalmente, para todo comunista o militante de izquierdas debería ser motivo de alegría el hecho de que un país socialista, o que al menos tiene un “Partido Comunista en el poder”, tenga “una fuerza creciente”. Sin embargo, parece ser que para el camarada Vagenas sólo fue motivo de alegría la “fuerza creciente” que tuvo la URSS en el pasado, mientras que el crecimiento de China en el terreno económico, comercial, político y militar en la actualidad debería generar recelo porque vendría a evidenciar el auge de una nueva potencia “capitalista”, véase “imperialista”, que sólo puede suponer una amenaza para el movimiento obrero y los movimientos de emancipación de los pueblos en el mundo. 

A continuación, en el apartado “Desarrollos en relación con la posición internacional de China”, el camarada Vagenas enumera una serie de datos objetivos acerca del desarrollo económico de China, que en sí mismos no permiten sacar muchas conclusiones interesantes (crecimiento de las exportaciones y las importaciones; comercio con los países capitalistas más avanzados; presencia del sector privado en China; etc.). Sin embargo, como se puede concluir de la lectura completa de su artículo, el camarada Vagenas ofrece estos datos con la intención de condicionar al lector, inoculando la teoría neo-colonial del “peligro amarillo”, teoría que constituye un eje central de su artículo, y que por otra parte se trabaja con particular esmero desde los servicios de inteligencia del imperio.

El camarada Vagenas nos dice que “el aumento de la fuerza económica de China es un hecho incuestionable” y menciona el hecho de que en 2011 China ya era la segunda economía del mundo[2], superando a Japón. Entre otras cosas, Vagenas menciona que “China exporta 50 000 productos diferentes a 182 países, mientras con 80 de estos ha firmado acuerdos comerciales y protocolos de cooperación. Los socios principales de China son los grandes países capitalistas (Japón, EE.UU., países de la UE), que representan el 55% de las transacciones de su comercio exterior”. Aparentemente, el camarada Vagenas nos quiere decir con esto que habría que reprocharle a China el hecho de comerciar con estos países para promover su desarrollo económico, y que al establecer relaciones comerciales con países capitalistas, China es “carne de la carne del sistema imperialista internacional”, como afirma con bíblicas palabras en otro lugar de su artículo. El camarada Vagenas también nos dice a continuación que “un hecho que indica el cambio que ha ocurrido en los últimos veinte años es que mientras en 1993 China exportaba petróleo, hoy en día se ve obligada no solamente a hacer importaciones, sino que desde 2009 se compara con los EE.UU. en las importaciones mundiales de petróleo”, como si, a modo de sofisma barato, quisiera hacer algún tipo de amalgama entre China y el imperialismo estadounidense, por el simple hecho de que China necesite importar petróleo para su desarrollo industrial.

Ahora bien, lo primero que llama particularmente la atención es que, después de dedicar dos breves párrafos para hablarnos de las exportaciones e importaciones de China, sin solución de continuidad el camarada Vagenas nos dice que “China ocupó la segunda posición a nivel mundial (después de EE.UU.) en número de multimillonarios (130 personas) cuya propiedad se incrementó en 222% dentro de un año”, como si este dato tuviera un interés científico relevante o nos permitiera saber algo más sobre el sistema socio-económico de China; las formas de propiedad existentes; el régimen democrático; la situación y los logros de la clase obrera y del campesinado; etc. Y en el más genuino estilo Joseph Goebbels, esto nos lo dice “olvidando” decirnos que en 2011 China era el país más poblado del mundo, con 1.344 millones de habitantes, lo que supone que aproximadamente 1 de cada 5 habitantes del planeta era chino. En este sentido, si se reconoce algo tan sumamente obvio como que desde hace décadas China tolera la propiedad capitalista de manera controlada, a nadie le puede caber duda de que China es el país con más capitalistas y millonarios del mundo. Como tampoco puede caber duda de que es el país con más comunistas del mundo (por mucho que el camarada Vagenas le niegue esta condición a 82 millones de militantes del PCCh, de los cuales unos 49,82 millones son obreros, trabajadores del campo, estudiantes y jubilados –  datos de 2011), y al igual que, con toda certeza, China es el país con más tuertos, mancos y cojos del mundo.

Por lo tanto, no estaría de más que Vagenas aclarase si lo que se critica de China es que: a) el capitalismo sea tolerado e incluso fomentado; o b) el hecho de que tenga una población elevada, y por lo tanto “muchos millonarios”, crítica tal vez válida para hacer una denuncia moralista-cristiana de las desigualdades sociales, pero poco útil para hacer un análisis científico de la sociedad china. Vamos a ponernos en el mejor de los casos, suponiendo que la razón por la cual el camarada Vagenas se rasga las vestiduras es la presencia per se de capitalistas en China, independientemente de su número. Esto es lo que parece decirnos señala en su artículo que “los datos oficiales muestran que en el periodo 2004-2010 el número de empresas privadas en China se incrementó en un 81% y alcanzaron las 3.596 millones”, sin por supuesto decirnos nada sobre el tamaño de estas empresas; su contribución al PIB; el papel que desempeñan en el conjunto de la economía; los sectores económicos en los que operan; si han permitido una mejoría de las condiciones de vida del pueblo chino; etc.

Otro ejemplo de manipulación goebbelsiana lo tenemos cuando el camarada Vagenas escribe: “Solamente mencionamos que según las estimaciones de la unión de empresarios chinos tal como ha sido transmitido por la televisión china: el 8,5% de los 500 más grandes monopolios en el mundo son chinos”, “olvidándose” mencionar que estos monopolios son empresas estatales. En efecto, según la lista Fortune 500 elaborada por el Magazine Forbes, en el año 2005 había 15 empresas chinas que figuraban en la lista de las 500 mayores empresas del mundo. Todas ellas eran de propiedad estatal. Podemos atrevernos a pensar que entre el año 2005 y 2011 (año de publicación del artículo del camarada Vagenas), estos datos no habían variado mucho. Este tipo de propaganda recuerda a lo afirmado de manera histérica por el catedrático de economía y trotskista Jorge Fonseca en el programa de televisión de la cadena Hispan TV “Fort Apache” del 23 de agosto de 2013, en el que afirmaba sin sonrojarse: “Hay que ver las relaciones de propiedad en China, aumenta la propiedad capitalista. Si uno mira los datos, hoy en día, los dos bancos más grandes del mundo son chinos”[3]. Sin por supuesto mencionar que estos “dos bancos más grandes del mundo” son el Industrial Commercial Bank of China y el China Construction Bank, ambos bancos estatales y que por lo tanto no tienen capitalistas. De hecho, están sujetos a la supervisión del Consejo de Estado de la República Popular China. Resulta sumamente interesante observar la coincidencia, no solamente en cuando a la valoración general de China, sino también en cuanto a los métodos de manipulación, entre Elisseos Vagenas y el trotskista Jorge Fonseca.

No es ningún secreto que las relaciones capitalistas de producción están ampliamente presentes en China, especialmente desde que Deng Xiaoping impulsara a partir de 1978 la política de reforma y apertura, que diversificó en gran medida las formas de propiedad en China y supuso a posteriori un recurso masivo al capitalismo y a la inversión extranjera para desarrollar las fuerzas productivas del país. Con una evolución variable, China lleva 35 años siguiendo este lineamiento en materia de política económica. Por lo tanto, lo que menos debería sorprender es que existan capitalistas en China. Desde luego, no serán los dirigentes chinos quienes tratarán de esconder este hecho, ni mucho menos[4]. El propio Vagenas lo menciona como con indignación en su artículo cuando escribe que “China, especialmente a partir de los años ‘80, ha vinculado su economía con el mercado capitalista internacional. Es un hecho que el liderazgo chino no niega, sino que lo exalta.”

Por lo tanto, parece que la cuestión de fondo que plantea grandes divergencias entre Elisseos Vagenas y los que defendemos el socialismo en China, son: a) la concepción sobre el socialismo (¿etapa de transición hacia el comunismo, o sociedad socialista “pura” con un 100% de propiedad estatal? – cosa que, dicho sea de paso, tampoco presupone la propiedad del pueblo); y b) la cuestión de si el capitalismo es perverso per se (en tal caso nos situaríamos en el terreno del socialismo utópico) o si tiene en China y otros países atrasados algún papel progresivo que desempeñar (en tal caso nos situaríamos en el terreno del socialismo científico, o marxismo). Federico Engels ya había criticado las posiciones moralistas pequeño-burguesas que ponían el grito en el cielo ante la “desigualdad” que generaba el capitalismo: “La toma de posesión de todos los medios de producción por la sociedad ha estado más o menos clara a la vista, como ideal del futuro, para muchos individuos y sectas enteras desde la aparición histórica del modo capitalista de producción. Pero esa idea no podía convertirse en necesidad histórica sino cuando se presentaron las condiciones materiales de su realización. Como todos los progresos sociales, éste no resulta sin más viable porque se haya comprendido que la existencia de las clases contradice a la justicia, a la igualdad, etc., ni por la mera voluntad de suprimir esas clases, sino gracias a determinadas nuevas condiciones económicas.”[5]

Si aceptamos la posibilidad de que sea lícito e incluso necesario recurrir al capitalismo y desarrollar el mercado en China, tal y como se hizo en la Rusia de Lenin durante la Nueva Política Económica (NEP) entre los años 1921 y 1927 (un hecho histórico real, por mucho que el camarada Vagenas trate de justificarse mediante argumentos espurios), entonces, si uno realmente es comunista y se preocupa realmente por el bienestar del pueblo, en lo que habría que reparar es si tal política económica supone un progreso para el país, y no tanto rasgarse las vestiduras por el hecho de que “hay ricos”[6]. Todo el mundo sabe que desde hace 35 años China aplica conscientemente una política económica basada en una fórmula que combina capitalismo e intervención estatal, por lo que al decir que hay millonarios en China, el camarada Vagenas tampoco está haciendo un gran descubrimiento. A menos que esperase que pudieran existir relaciones de producción capitalistas sin personas que se enriquezcan, cosa que parece difícil de conseguir.

Aquí nos detendremos en otra afirmación, bastante más polémica, que hace el camarada Vagenas en el mismo apartado dedicado a la economía de China. Vagenas dice que “Podríamos contraponer a los elementos anteriores otros que muestren la miseria y la explotación que experimentan cientos de millones de trabajadores en China actualmente como resultado de la política de “¡Enriquézcanse!” que sigue el Partido Comunista de China durante los últimos 30 años.”

Mediante esta otra manipulación goebbelsiana, el camarada Vagenas pretende confundir lo dicho por Deng Xiaoping con la consigna “¡Enriqueceos!” pronunciada por el dirigente bolchevique Nikolai Bujarin en la URSS durante los años 20 del siglo pasado, consigna que iba dirigida principalmente a los terratenientes y campesinos medios (kulaks) del campo soviético. Pero lo cierto es que lo que dijo Deng fue algo muy distinto, o que al menos tuvo un significado bastante diferente de la consigna de Bujarin. Y es que mientras Bujarin hacía un llamamiento a los kulaks a que se enriquezcan, lo que realmente dijo Deng fue “el socialismo no es lo mismo que pobreza compartida”, en contra de las falsas concepciones igualitaristas de la “Revolución Cultural”. Afirmación que difícilmente podría refutar un marxista que no lo sea sólo de palabra. A no ser que el camarada Vagenas se refiera a la frase, mal atribuida a Deng, pero que nunca dijo ni escribió, “enriquecerse es glorioso”, una idea original del historiador Orville Schell, que tituló así un capítulo de un libro sobre la apertura económica de China en los años 80, pero sin atribuir en ningún momento esta frase a Deng. Sin embargo, esta frase fue puesta en boca de Deng por individuos aquejados de pereza mental, y la atribución corrió como la pólvora hasta nuestros días. Así, vemos como en su afán por calumniar a China, Vagenas le hace el juego a la reacción burguesa.

De todas formas, aunque fuera cierta la autoría de esta frase, tampoco sería incorrecta desde la posición del marxismo, porque hay varias formas de enriquecerse. Por una parte, uno puede enriquecerse explotando a otras personas, en base a la codicia, la avaricia y el egoísmo (y nadie niega que exista un sector minoritario de la población en China que se enriquece en base a la explotación del trabajo asalariado). Pero por otra parte, difícilmente se podrá negar que el socialismo también supone el aumento de la riqueza global y por tanto del bienestar de la población (a menos que Vagenas comparta el postulado de la “Revolución Cultural” sobre el “comunismo ascético”, cosa que le haría el juego a la propaganda burguesa, que lanza contra el comunismo la acusación de ser el “reparto de la pobreza”). A esto mismo se refería Marx cuando decía que “en la fase superior de la sociedad comunista”, cuando “hayan crecido las fuerzas productivas junto con el desarrollo completo de los individuos”, entonces fluirán “con mayor abundancia todos los manantiales de la riqueza colectiva.”[7] Por supuesto, China está a años-luz de la fase superior del comunismo, pero no por ello pierde validez el objetivo de hacer crecer con abundancia la riqueza colectiva, con las fuerzas productivas y los medios para administrarlas que estén disponibles. Y pese a que haya habido una parte de la población de China que se ha enriquecido más que otras, en estos últimos 35 años China no ha hecho otra cosa que incrementar constantemente la riqueza colectiva.

La forma con la que Vagenas describe la situación social en China, resumiéndolo todo a un cuadro dantesco en el que, mientras los capitalistas son cada vez más ricos, cientos de millones de trabajadores sufren la “miseria y la explotación”, parece sencillamente sacada de un telediario elaborado para consumo interno de masas alienadas de Occidente. Es una táctica clásica de la propaganda anti-china, tanto por parte de la extrema izquierda como de la burguesía occidental, el resaltar enfáticamente el crecimiento de las rentas de los más ricos en China, sin tan siquiera mencionar lo más importante, o al menos lo que debería ser lo más importante, que son los gigantescos progresos que ha experimentado China en materia de desarrollo humano, nivel de vida, seguridad social, etc. en los últimos 35 años.

El objetivo de esta propaganda neo-colonial es el de equiparar a China a un país capitalista cualquiera, como son nuestros maravillosos países capitalistas de Europa, donde reina el paro, la pobreza creciente pobreza, las privatizaciones, las políticas de austeridad y la alienación intelectual. Al difundir el mensaje de que China es “un país capitalista más”, la burguesía imperialista y los dogmático-revisionistas pretenden cortar de raíz toda simpatía desde la izquierda hacia la República Popular China por los progresos que ha logrado y por su papel positivo en las relaciones internacionales. Un papel equiparable al que tiene el trotskismo, cuya función es impedir la solidaridad internacionalista entre las masas de Occidente y los pueblos agredidos por el imperialismo (Serbia, Libia, Siria, etc.). De esta forma, la burguesía consigue su objetivo, que es hacer que reine la resignación entre los trabajadores, al propagar la creencia, ampliamente difundida desde el final de la Guerra Fría, de que no se puede transformar la sociedad.

La burguesía, que es inteligente (y desde luego bastante más inteligente que muchos comunistas), sabe adecuar muy bien su discurso en función de la situación concreta y de las circunstancias históricas. En efecto, en los tiempos de la Guerra Fría, cuando se quería evidenciar el “fracaso del comunismo” se solía machacar en los medios de comunicación con los innegables problemas, defectos y carencias derivadas de la planificación socialista en la URSS, que en las consciencias colectivas se asociaba más fácilmente al “comunismo” puesto que, aparentemente, el socialismo soviético era un sistema con un 100% de propiedad estatal. Hoy, cuando el llamado “campo socialista” se ha derrumbado en Europa del Este y en la URSS, en el caso de China el objetivo sigue siendo el mismo (evidenciar el fracaso del “comunismo”), pero la propaganda burguesa lo hace a través de una táctica diferente. Contrariamente a la URSS, China aparenta ser más bien “capitalista” (se llega a hablar incluso de “capitalismo salvaje”), creencia también difundida por algunos que se dicen comunistas, lo que aligera la carga de trabajo de los servicios de inteligencia del imperio. Pero al ser imposible negar el gigantesco desarrollo económico experimentado por China en las últimas décadas, aquí se nos dice en cambio que ello se debe a que “China ahora es capitalista”. Cosa que, como veremos después, es manifiestamente falsa, por mucho que los neoliberales quieran hacernos creer lo contrario[8]. La conclusión es la misma: el “comunismo” ha fracaso, no existe alternativa al régimen capitalista en el que vivimos en el “mundo desarrollado”. Este tipo de propaganda burguesa-imperialista no sería un gran problema, de no ser porque aquellos mismos que se dicen comunistas asumen el discurso del enemigo y se suman de buena gana a esta propaganda.

En un artículo, el filósofo italiano marxista Domenico Losurdo ya había denunciado la relativización pequeño-burguesa de los gigantescos logros obtenidos en China. Después de una visita a China en julio de 2010 por invitación del PCCh, junto con otras delegaciones de los partidos comunistas de Francia, Portugal, el mismo KKE y Die Linke, Losurdo comentaba acerca del impetuoso crecimiento de China que “En Occidente no faltará, a este respecto, los que van a hacer muecas: desarrollo, crecimiento, industrialización, urbanización, milagro económico de una amplitud y duración sin precedentes en la historia, ¡qué vulgaridad! Este esnobismo del bello mundo parece considerar insignificante el hecho de que millones de personas hayan escapado a un destino que los condenaba a la desnutrición, al hambre y a la muerte por inanición.”[9] En efecto, algunos auto-denominados comunistas de estómago agradecido en Occidente, muestran un desprecio obsceno hacia el hecho de que China haya sacado a cientos millones de personas de la miseria. Y es que en los países de nuestro confortable “primer mundo” (y Grecia es uno de ellos), las direcciones de muchos partidos comunistas han sido copadas por elementos de la pequeña-burguesía y la aristocracia obrera, influenciando a estos partidos con sus concepciones neo-coloniales. Esto no es una afirmación a la ligera: basta con investigar un poco sobre las profesiones a las que se dedica esta gente. Estos elementos sociales, que por supuesto no saben lo que es pasar hambre o sufrir carencias, y que en no pocas ocasiones están completamente desligados del mundo del trabajo, atacan a China mientras juegan a los comunistas en sus ratos libres, haciendo gala de una fraseología radical de cliché, pero siendo incapaces de tomar el poder en sus respectivos países – algunos después de 95 años. Sin embargo, pese a su inoperancia en sus respectivos países, y la auto-condescendencia con la que justifican tal inoperancia, se creen legitimados para marcar con prepotencia la hoja de ruta de los países socialistas, con todo tipo de exigencias a países como China (y otros países socialistas), a la que atacan duramente y de manera infundada por no construir el socialismo (“guión-comunismo”, si algunos lo prefieren) de la manera que desean y en el plazo fijado desde su comodidad pequeño-burguesa.

Haciendo una lectura más “materialista” del asunto, se puede plantear una hipótesis que explique estas acusaciones de “capitalista” e “imperialista” contra China por parte de estos auto-denominados comunistas, por no hablar de otras afirmaciones provenientes de otros sectores acerca del “peligro amarillo”, de que los chinos van a dominar el mundo, agotar los recursos naturales y cargarse el planeta, hundirnos en la miseria por su “competencia desleal”[10], etc. Y es que, de acuerdo con Lenin, cuando el capitalismo alcanza su fase superior, es decir imperialista, el “monopolio da superganancias, es decir, un exceso de ganancias por encima de las ganancias normales, ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas pueden gastar una parte de estas superganancias […] para sobornar a sus obreros, creando algo así como una alianza […] de los obreros de un país dado, con sus capitalistas contra los demás países.” Esta alianza es lo que genera en los países imperialistas la formación de una “aristocracia obrera” que la oligarquía financiera, los trusts, etc., pueden sobornar “y de esta manera oprimen, subyugan, arruinan y atormentan con creciente intensidad a la masa de proletarios y semiproletarios”[11].

Con su política de desarrollo pacífico y su política comercial, consistente en buscar el beneficio mutuo con una multitud de países del “tercer mundo”, y en especial con el continente africano, China está logrando minar las bases de la generación de estas “superganancias” que permitían “sobornar a un puñado de las capas superiores” de la clase obrera, haciendo que empeore paulatinamente el estatus social del que gozaba esta aristocracia obrera. Con el hundimiento del socialismo en los países de Europa del Este y en la URSS, y con la consiguiente involución del movimiento obrero y comunista, podemos suponer que, ante la pérdida de influencia de los partidos comunistas, se haya producido un debilitamiento del carácter proletario de los mismos, produciéndose un aumento de la presencia de militantes surgidos de las filas de la pequeña-burguesía y la aristocracia obrera. Parece ser que, conscientemente o no, algunos cuadros comunistas son portadores de la ideología de una aristocracia obrera “rebotada” al ver que China, al ayudar a una serie de países del “tercer mundo” a liberarse de las cadenas que los ataban a las antiguas metrópoli rentistas, está contribuyendo a minar las bases materiales de su estatus social. Esto podría explicar en parte el discurso neo-colonial de algunos auto-denominados comunistas con respecto a China, y parece ser el caso de ciertos cuadros del KKE, partido que no ha asimilado el marxismo-leninismo en su integralidad, pese a sus innegables aciertos.

Puede leerse el documento entero pinchando aquí

[1] http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article43892

[2] Dato que ya está obsoleto a día de hoy, en un momento en que China ha superado a Estados Unidos como primera potencia económica.

[4] En una entrevista en la revista Etudes Marxistes en 2003, el responsable de relacionales internacionales del Partido el Trabajo de Bélgica Baudouin Deckers declaraba haberse entrevistado con un cuadro del PCCh que le había confesado que: “Sí, hoy hay explotadores, capitalistas en China. No hablamos de “clase de los capitalistas”, porque no están constituidos como fuerza política separada y prohibimos la formación de un partido político de estos capitalistas. Pero somos conscientes de que, inevitablemente, un cierto número de ellos buscará constituirse como partido político.” (Cuestiones sobre el desarrollo del socialismo en la República Popular China, Etudes Marxistes nº64, 2003). Por otra parte, en el documental del año 2007 “Deng Xiaoping: The making of a leader”, Chen Zhan’an, responsable de la escuela de formación del PCCh, declaraba lo siguiente: “Obviamente, la gente está siendo explotada en nuestras fábricas. Pero en última instancia, ello ayudará a la construcción del comunismo. De hecho, estamos fomentando la explotación hoy, de manera a erradicarla mañana.”

[5] Federico Engels, Anti-Dühring

[6] Esto lo había entendido muy bien Gramsci, un teórico que puede serle muy útil a la izquierda occidental para entender los retos actuales de los países socialistas. En relación a la NEP en la URSS, Gramsci escribía: “…no se ha visto jamás en la historia que una clase dominante, en su conjunto, tenga condiciones de existencia inferiores a las de ciertos elementos y estratos de la clase dominada y supeditada. La historia ha reservado esta inaudita contradicción al proletariado; en esta contradicción residen los mayores peligros para la dictadura del proletariado, particularmente en los países donde el capitalismo no había alcanzado un gran desarrollo y no había logrado unificar las fuerzas productivas […] Y sin embargo, el proletariado […] no puede mantener su hegemonía y su dictadura si, pese a haberse transformado en clase dominante, no sacrifica sus intereses inmediatos a los intereses generales y permanentes de la clase. En efecto, es fácil hacer demagogia en este particular, fácil insistir en los aspectos negativos de la contradicción: “¿Eres tú el dominador, oh obrero mal vestido y mal alimentado? o ¿el hombre de la NEP, con su abrigo de pieles y todos los bienes de la tierra a su disposición?” También los reformistas, tras una huelga revolucionaria que ha incrementado la cohesión y la disciplina de las masas, pero que ha empobrecido aún más a los trabajadores, dicen: “¿Para qué haber luchado? Ahora quedáis más arruinados y pobres.” Es fácil hacer demagogia en este terreno y es difícil no hacerla cuando la cuestión ha sido planteada en los términos del espíritu corporativista y no en los del leninismo…” (A. Gramsci, Carta al Comité Central del Partido Comunista Soviético, octubre de 1926).

[7] Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha

[8] Hablando de la reforma y apertura en China, el economista egipcio Samir Amin comentaba en un reciente artículo: Pese al hecho de que esta apertura ha coincidido con el triunfo mundializado del neoliberalismo […] la opinión a favor de un “socialismo de mercado”, o mejor aún, de un “socialismo con mercado” como fundamento de esta segunda fase de desarrollo acelerado está muy justificada en mi opinión. En unos cuantos decenios China ha construido una urbanización industrial y productiva que agrupa a 600 millones de seres humanos, dos terceras partes de los cuales (¡una población casi equivalente a la de toda Europa!) han sido urbanizados en el curso de las dos últimas décadas. Un resultado atribuible al Plan, no al mercado.” (Samir Amin, “¿China es capitalista o socialista?”, El Viejo Topo nº302, marzo 2013).

[9] Domenico Losurdo, Un viaje instructivo a China: reflexiones de un filósofo

[10] En el programa electoral del Frente Nacional de Francia para las elecciones presidenciales de 2012, en un apartado titulado “Apoyo a las empresas y comercios: el patriotismo económico”, aparece la siguiente propuesta: “Se pondrá en marcha una protección inteligente a las fronteras para lucha contra la competencia desleal de los países a muy bajo coste de mano de obra y las deslocalizaciones que son consecuencia de ello”.

[11] V.I. Lenin, El imperialismo y la escisión del socialismo

domingo, 28 de diciembre de 2014

Rusia y China se unen para enfrentarse “al imperio del caos” de EE.UU.


El periodista y analista político Pepe Escobar, afirma que en los países del denominado ‘sur global’ existe la percepción de que el mundo está fluyendo hacia el este, mientras “EE.UU. sigue implicado en sus guerras interminables”

 A EE.UU. le preocupa el acercamiento entre Rusia y China, sugiere el periodista y analista político Pepe Escobar en un artículo en el que destaca el papel de Asia en la geopolítica global y critica la implicación de Washington en “guerras interminables”.

En un artículo publicado en el portal TomDispatch, el politólogo subraya que estamos siendo testigos de la puesta en marcha de una serie de proyectos que están cambiando el panorama internacional. Uno de ellos es la ruta más larga del mundo que unirá la ciudad china de Yiwú con Madrid. En su opinión, esta iniciativa es la piedra angular de la nueva Ruta de la Seda de China y, sin duda, una noticia que tendrá gran relevancia durante la próxima década.

Según Escobar, en los países del denominado ‘sur global’ existe la percepción de que el mundo está fluyendo hacia el este, mientras “EE.UU. sigue implicado en sus guerras interminables”. Esto se debe, en buena medida, a la estrategia de la Ruta de la Seda, el aumento de la cooperación entre los países del bloque BRICS, el apoyo entre los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái y el papel de China en el Movimiento de Países No Alineados, indica Escobar en el artículo, titulado ‘Eurasian Integration vs. the Empire of Chaos’ (Integración eurasiática contra el imperio del caos).

El politólogo subraya que el presidente ruso, Vladímir Putin, tuvo un “APEC fabuloso” y hace hincapié en los importantes acuerdos energéticos firmados por Moscú y Pekín durante la cumbre, así como el compromiso de llevar a cabo ejercicios militares conjuntos a gran escala.

“El presidente chino, Xi [Jinping], tiende a llamar todo esto ‘el árbol perenne de la amistad sino-rusa’, pero también podría interpretarse como un giro estratégico de Putin hacia China. En cualquier caso, Washington no está exactamente entusiasmado con la idea de que Rusia y China comiencen a unir sus fuerzas”, indica Escobar.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/multipolaridad/experto-rusia-y-china-se-unen-para-enfrentarse-al-imperio-caos-ee-uu/

martes, 16 de diciembre de 2014

Entrevista a Domenico Losurdo en Chinese Social Sciences Today

Entrevista realizada por Tian Shigang y publicada el 29 de noviembre de 2011 en el Chinese Social Sciences Today

Traducción del italiano: Juan Vivanco

En 2005 se publicó su libro Fuga dalla storia? La rivoluzione russa e la rivoluzione cinese oggi (1).¿Qué le indujo a escribirlo?

La primera edición del libro se publicó en 1999. Era el momento en que el fin de la guerra fría se interpretaba como el fracaso irremediable de todo intento de construir una sociedad socialista, como el triunfo definitivo del capitalismo e incluso como el «fin de la historia». En Occidente este modo de ver las cosas hacía mella en la propia izquierda: hasta los comunistas, aunque declaraban que querían permanecer fieles a los ideales del socialismo, a renglón seguido añadían que ellos no tenían nada que ver con la historia de la URSS ni con la historia de China donde, decían, se había producido la «restauración del capitalismo». Para oponerme a esta «huida de la historia» me propuse explicar la historia del movimiento comunista desde la Rusia de la Revolución de Octubre hasta la China surgida de las reformas de Deng Xiaoping.

A su juicio, ¿por qué motivos se desmembró la URSS?

En 1947, cuando enuncia la política de la contención, su teórico, George F. Kennan, explica que es preciso «aumentar enormemente las tensiones (strains) que debe soportar la política soviética», a fin de «promover tendencias que acaben quebrando o ablandando el poder soviético». En nuestros días no es muy distinta la política de EE. UU. hacia China, aunque mientras tanto China ha acumulado una gran experiencia política.

Más allá de la contención, lo que determinó el derrumbe de la URSS fueron sus graves debilidades internas. Conviene reflexionar sobre la célebre tesis de Lenin: «No hay revolución sin teoría revolucionaria». El partido bolchevique, sin duda, tenía una teoría para la conquista del poder; pero si por revolución se entiende no sólo la destrucción del viejo orden sino también la construcción del nuevo, los bolcheviques y el movimiento comunista carecían sustancialmente de una teoría revolucionaria. Desde luego, no se puede considerar que una teoría de la sociedad poscapitalista por construir se reduzca a la espera mesiánica de un mundo en el que hayan desaparecido por completo los Estados, las naciones, el mercado, el dinero, etc. El PCUS cometió el grave error de no hacer ningún esfuerzo para llenar esa laguna.

A su juicio, ¿qué caracteres y qué significados tiene la revolución china?

A comienzos del siglo XX China formaba parte del mundo colonial y semicolonial, sometido por el colonialismo y el imperialismo. Un hito histórico fue la Revolución de Octubre, que desató e impulsó una oleada anticolonialista de dimensiones planetarias. A continuación, el fascismo y el nazismo fueron el intento de revitalizar la tradición colonial. En particular, la guerra desencadenada por el imperialismo hitleriano y el imperialismo japonés, respectivamente, contra la Unión Soviética y contra China, fueron las mayores guerras coloniales de la historia. De modo que Stalingrado en la Unión Soviética y la Larga Marcha y la guerra de resistencia contra Japón en China fueron dos grandiosas luchas de clase, las que impidieron que el imperialismo más bárbaro llevara a cabo una división del trabajo basada en la reducción de grandes pueblos a una masa de esclavos al servicio de las supuestas razas de los señores.

Pero la lucha de emancipación de los pueblos en condiciones coloniales y semicoloniales no acaba con la conquista de la independencia política. Ya en 1949, a punto de conquistar el poder, Mao Zedong había insistido en la importancia de la edificación económica: Washington quiere que China se «reduzca a vivir de la harina estadounidense», con lo que «acabaría siendo una colonia estadounidense». Es decir, sin la victoria en la lucha por la producción agrícola e industrial, la victoria militar acabaría siendo frágil y vacua. De alguna manera Mao había previsto el paso de la fase militar a la fase económica de la revolución anticolonialista y antiimperialista.

¿Qué ocurre en nuestros días? EE. UU. está trasladando a Asia el grueso de su dispositivo militar. En la agencia Reuter del 28 de octubre de 2011 se puede leer que una de las acusaciones de Washington a los dirigentes de Pekín es que fomentan o imponen la transferencia de tecnología occidental a China. Está claro: EE. UU. pretende conservar el monopolio de la tecnología para seguir ejerciendo la hegemonía e incluso un dominio neocolonial indirecto; en otras palabras, todavía en nuestros días la lucha contra el hegemonismo se plantea también en el plano del desarrollo económico y tecnológico. Es un aspecto que, lamentablemente, la izquierda occidental no siempre logra entender. Hay que recalcarlo con fuerza: revolucionaria no es sólo la larga lucha con que el pueblo chino puso fin al siglo de las humillaciones y fundó la República Popular; revolucionaria no es sólo la edificación económica y social con que el Partido Comunista Chino libró del hambre a cientos de millones de hombres; también la lucha para romper el monopolio imperialista de la tecnología es una lucha revolucionaria. Nos lo enseñó Marx. Sí, él nos enseñó que la lucha por superar, en el ámbito de la familia, la división patriarcal del trabajo, es ya una lucha revolucionaria; ¡sería muy extraño que no fuese una lucha de emancipación la lucha por acabar a escala internacional con la división del trabajo impuesta por el capitalismo y el imperialismo, la lucha por liquidar definitivamente ese monopolio occidental de la tecnología, que no es un dato natural, sino el resultado de siglos de dominio y opresión!

En 2005 se publicó su libro Contrahistoria del liberalismo (2), que logró un gran éxito (en un año se reeditó tres veces y luego se tradujo a varios idiomas). ¿Qué significa ese título?

Mi libro no desconoce los méritos del liberalismo, que pone en evidencia el papel del mercado en el desarrollo de las fuerzas productivas y subraya la necesidad de limitar el poder (aunque sólo a favor de una reducida comunidad de privilegiados). Contrahistoria del liberalismo polemiza con el autobombo y la visión apologética a los que se entregan el liberalismo y el Occidente liberal. Es una tradición de pensamiento en cuyo ámbito la exaltación de la libertad va unida a terribles cláusulas de exclusión en perjuicio de las clases trabajadoras y, sobre todo, de los pueblos colonizados. John Locke, padre del liberalismo, legitima la esclavitud en las colonias y es accionista de la Royal African Company, la empresa inglesa que gestiona el tráfico y el comercio de los esclavos negros. Pero, más allá de las personalidades individuales, lo importante es el papel de los países que mejor encarnan la tradición liberal. Uno de los primeros actos de política internacional de la Inglaterra liberal, nacida de la Revolución Gloriosa de 1688-1689, es hacerse con el monopolio del tráfico de esclavos negros.

Más importante aún es el papel de la esclavitud en la historia de EE. UU. Durante 32 de los primeros 36 años de vida de Estados Unidos, la presidencia del país estuvo ocupada por propietarios de esclavos. Y eso no es todo. Durante varias décadas el país se dedicó a exportar la esclavitud con el mismo celo con que hoy pretenden exportar la «democracia»: a mediados del siglo XIX reintrodujeron la esclavitud en Tejas, recién arrebatado a Méjico con una guerra.

Es verdad que primero Inglaterra y luego Estados Unidos se vieron obligados a abolir la esclavitud, pero el lugar de los esclavos negros lo ocuparon los coolies chinos e indios, a su vez sometidos a una forma apenas disimulada de esclavitud. Además, después de la abolición formal de la esclavitud, los afroamericanos siguieron sufriendo una opresión tan feroz que un eminente historiador estadounidense, George M. Fredrickson, ha escrito: «los esfuerzos por preservar la “pureza de la raza” en el sur de Estados Unidos preludiaban algunos aspectos de la persecución desencadenada por el régimen nazi contra los judíos en los años treinta del siglo XX».

¿Cuándo empieza a resquebrajarse en EE.UU. el régimen de supremacía blanca, de opresión y discriminación racial, ante todo contra los negros? En diciembre de 1952 el ministro estadounidense de Justicia envía al Tribunal Supremo, en plena discusión sobre la integración en las escuelas públicas, una carta elocuente: «La discriminación racial lleva el agua al molino de la propaganda comunista y también siembra dudas en las naciones amigas acerca de nuestra devoción en la fe democrática». Washington, observa el historiador estadounidense que reconstruye este episodio (C. Vann Woodward), corría el riesgo de enajenarse el favor de las «razas de color» no sólo en Oriente y el Tercer Mundo, sino también en su propio país. Sólo entonces el Tribunal Supremo decidió declarar inconstitucional la segregación racial en las escuelas públicas.

En esta historia hay una paradoja. Hoy Washington no se cansa de reprocharle a China su falta de democracia; pero conviene señalar que un elemento esencial de la democracia, la superación de la discriminación racial, sólo fue posible en Estados Unidos gracias al reto representado por el movimiento anticolonialista mundial, del que China formaba y forma parte.

A mi entender, entre las muchas ediciones italianas del Manifiesto del Partido Comunista, hay tres que destacan: la de Antonio Labriola, la de P. Togliatti y la suya de 1999. Según usted, ¿qué significado tiene esta obra fundamental de Marx y Engels para los marxistas de hoy?

En la Introducción a la edición italiana del Manifiesto del Partido Comunista he tratado de reconstruir el siglo y medio de historia transcurrido desde la publicación en 1848 de este texto extraordinario. Una confrontación puede ayudarnos a entender su significado. Ocho años antes, otra gran personalidad de la Europa del siglo XIX, Alexis de Tocqueville, publica el segundo libro de Democracia en América y, en un capítulo central, afirma ya en el título que «las grandes revoluciones serán cada vez más infrecuentes». Pero si nos fijamos en el siglo o siglo y medio posterior al año (1840) en que el liberal francés hace esta afirmación, vemos que se trata del periodo quizá más abundante en revoluciones de la historia universal.

No cabe duda: al prever la rebelión contra el capitalismo, contra un sistema que supone la «transformación en máquina» de los proletarios y su degradación a «instrumentos de trabajo», a «accesorios de la máquina», a apéndice «dependiente e inpersonal» del capital «independiente y personal», al prever todo esto, el Manifiesto del Partido Comunista supo mirar más lejos. Cuando describen con extraordinaria lucidez y clarividencia la que hoy llamamos globalización, Marx y Engels saben bien que se trata de un proceso contradictorio, caracterizado (en el ámbito del capitalismo) por colosales crisis de sobreproducción que conllevan la destrucción de enormes cantidades de riqueza social y la miseria de masas ingentes de hombres y mujeres. Además es un proceso erizado de conflictos que pueden desembocar incluso en una «guerra industrial de aniquilación entre las naciones». Lo cual nos lleva a pensar en la primera guerra mundial.

Contra este mundo el Manifiesto del Partido Comunista evoca tanto revoluciones proletarias como «revoluciones agrarias» y de «liberación nacional». De modo que Marx y Engels se adelantan a un escenario que se producirá en el Tercer Mundo, como por ejemplo en China.

A propósito de China se puede hacer una última consideración. El Manifiesto del Partido Comunista prevé la aparición de una economía globalizada caracterizada por «industrias nuevas, cuya introducción pasa a ser una cuestión de vida o muerte para todas las naciones civilizadas, industrias que ya no elaboran materias primas locales, sino materias primas procedentes de las regiones más remotas, y cuyos productos se consumen no sólo en el interior del país, sino en todas las partes del mundo». Por lo tanto, aunque centra la mirada en Europa, el texto de Marx y Engels acaba dando indicaciones muy valiosas para los países del Tercer Mundo que quieren alcanzar un desarrollo económico independiente.

¿Cuáles han sido, a su juicio, las aportaciones de Antonio Gramsci a la teoría marxista?

Creo que las aportaciones de la obra de este gran pensador han sido por lo menos cuatro:

a) Gramsci puso en evidencia la importancia de la «hegemonía» para la conquista y conservación del poder político. En un texto de 1926 explica: el proletariado sólo da muestras de poseer una conciencia de clase madura cuando se eleva a una visión de su clase de pertenencia como núcleo dirigente de un bloque social mucho más amplio, llamado a conducir la revolución a la victoria.

b) En segundo lugar, Gramsci se muestra plenamente consciente de la complejidad que entraña el proceso de construcción del socialismo. Al principio será «el colectivismo de la miseria, del sufrimiento». Pero no puede quedarse en eso, tiene que acometer el desarrollo de las fuerzas productivas. En este marco debe situarse la importante toma de posición de Gramsci a propósito de la NEP (la Nueva Política Económica introducida al término del «comunismo de guerra»). La realidad de la URSS del momento nos coloca en presencia de un fenómeno «nunca visto en la historia»: una clase políticamente «dominante» se halla «globalmente en condiciones de vida inferiores a las de ciertos elementos y estratos de la clase dominada y sometida». Las masas populares, que siguen padeciendo una vida de privaciones, están desorientadas ante el espectáculo del «nepman [el hombre de la NEP] enfundado en su abrigo de pieles, que tiene a su disposición todos los bienes de la tierra», pero esto no debe ser motivo de escándalo o repulsa, pues el proletariado, lo mismo que no puede conquistar el poder, tampoco puede mantenerlo si es incapaz de sacrificar intereses particulares e inmediatos a los «intereses generales y permanentes de la clase». Se trata, por supuesto, de una situación transitoria. Lo que sugiere aquí Gramsci puede serle útil a la izquierda occidental para comprender la realidad de un país como la China actual.

c) Gramsci nos da algunas valiosas indicaciones sobre otro aspecto. ¿Debemos imaginar el comunismo como la disipación total no sólo de los antagonismos de clase, sino también del Estado y del poder político, así como de las religiones, las naciones, la división del trabajo, el mercado, cualquier fuente posible de conflicto? Cuestionando el mito de la extinción del Estado y de su disolución en la sociedad civil, Gramsci señala que la propia sociedad civil es una forma de Estado; también destaca que el internacionalismo no tiene nada que ver con desconocer las peculiaridades e identidades nacionales, que subsistirán mucho después de la caída del capitalismo; en cuanto al mercado, Gramsci considera que convendría hablar de «mercado determinado», más que de mercado en abstracto. Gramsci nos ayuda a superar el mesianismo, que dificulta gravemente la construcción de la sociedad poscapitalista.

d) Por último. Aunque condenan el capitalismo, las Cartas desde la cárcel evitan interpretar la historia moderna y las revoluciones burguesas como un tratado de «teratología», es decir, un tratado que se ocupa de los monstruos. Los comunistas debemos saber criticar los errores, a veces graves, de Stalin, Mao y otros dirigentes, sin reducir nunca estos capítulos de historia del movimiento comunista a «teratología», a historia de monstruos.

(1) ¿Fuga de la historia? La revolución china y la revolución rusa hoy, traducción de Alfredo Bauer, Cartago, Buenos Aires, 2001.
(2) Contrahistoria del liberalismo, traducción de Marcia Gasca, Eds. de Intervención Cultural, Mataró, 2007.

Nuevo gran canal empieza a aplacar sed del norte de China


Más de 1.400 kilómetros de canales y ductos empezaron hoy a transportar agua del río Yangtsé, el río más largo de China, directamente hacia las áridas regiones del norte del país, incluyendo la capital nacional Beijing.

La conclusión del sistema es un importante progreso en el enorme proyecto de desviación de agua sur-norte, con un costo calculado de 500.000 millones de yuanes (alrededor de 80.000 millones de dólares) y el mayor de su tipo en el mundo.

El presidente chino Xi Jinping envió hoy sus felicitaciones a los trabajadores y a la gente “que ha hecho aportaciones” al proyecto de la ruta media y describió el logro como un “importante evento” en el proceso de modernización de la nación.

El presidente dijo que el éxito se obtuvo a través del incesante esfuerzo de cientos de miles de personas. La construcción empezó el 30 de diciembre de 2003.

Xi describió el proyecto como una importante infraestructura estratégica para optimizar recursos hídricos, impulsar el desarrollo económico y social sostenible y mejorar el sustento de la población.

El proyecto de desviación de agua sur-norte es otra colosal hazaña de ingeniería china, al estilo del Gran Canal Beijing-Hangzhou, el río artificial más largo del mundo, construido en el siglo XIII para transportar granos entre el sur y el norte.

El agua finalmente fluirá por las rutas oriental, media y occidental a través de canales, ductos y túneles. Se requirieron ocho años para que los ingenieros y trabajadores completaran dos túneles de 4.000 metros de largo bajo el lecho del río Amarillo, el segundo más largo de China.

La primera etapa del proyecto de la ruta oriental entró en operación el año pasado, enviando agua a la provincia de Shandong. Para el año 2050, alrededor de 440 millones de personas podrían beneficiarse de la desviación de 44.800 millones de metros cúbicos de agua cada año.

La primera etapa del proyecto de la ruta media inició en la represa Danjiangkou de la provincia central de Hubei y avanza por 1.432 kilómetros. Suministrará 9.500 millones de metros cúbicos de agua al año a unos 100 millones de personas en las regiones norteñas secas, incluyendo las ciudades de Beijing y Tianjin, y las provincias de Henan y Hebei.

El agua atenderá la demanda familiar, industrial y agrícola y beneficiará a más de 100 distritos.

El presidente Xi exhortó a la administración de la ruta a proteger la calidad del agua y a ahorrar agua. Aún hay trabajo por hacer para garantizar el sustento y el empleo de los desplazados por la construcción.

Más de 200.000 trabajadores participaron en la construcción y más de 400.000 personas fueron desplazadas, incluyendo a 345.000 personas cuyas casas quedaron sumergidas en la parte de la represa masiva de Danjiangkou.

El primer ministro chino, Li Keqiang, dijo que el proyecto beneficiará tanto a actuales como a futuras generaciones e hizo un llamado a los equipos de manejo de proyectos para que garanticen la seguridad y la estabilidad del suministro.

El proyecto fue concebido por el fallecido líder chino Mao Zedong en 1952 pero no fue aprobado por el Consejo de Estado hasta diciembre de 2002, después de casi medio siglo de debate.

El enorme proyecto ha sido ampliamente elogiado como ejemplo de que el pueblo chino es capaz de mejorar su vida a través de arduos esfuerzos. Sin embargo, con la nueva vía acuática vendrán nuevos desafíos, como la protección de la calidad del agua y los imprevistos riesgos naturales en el futuro.

Fuente:http://www.correodelorinoco.gob.ve/multipolaridad/nuevo-gran-canal-empieza-a-aplacar-sed-norte-china/


jueves, 11 de diciembre de 2014

China otorga a Fidel Castro premio de la paz


El Premio Confucio de la Paz fue concedido al líder cubano por su dedicación a la resolución de conflictos internacionales.

El líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, fue galardonado este jueves en China con el “premio de la paz” en reconocimiento a sus esfuerzos por resolver las crisis internacionales.

El grupo de intelectuales que otorga el premio asegura que cuando Fidel Castro presidió Cuba nunca recurrió a la fuerza para resolver crisis o conflictos, en particular con Estados Unidos.

Liu Zhiqin, uno de los promotores de este premio, la alternativa china a los Nobel, dijo que Castro se ha dedicado sin pausa a reunirse con dirigentes y organizaciones extranjeras y ha servido a la causa de la eliminación de las armas nucleares.

Además del líder cubano, estaban postulados la presidenta surcoreana Park Geun-Hye, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, o la Organización de cooperación de Shanghai (OCS), un grupo regional asiático.

En 2011 los investigadores y profesores del jurado escogieron al líder ruso Vladimir Putin por sus “destacables acciones para preservar la paz en el mundo”.

Fuente: http://telesurtv.net/news/China-otorga-a-Fidel-Castro-premio-de-la-paz-20141211-0003.html

sábado, 6 de diciembre de 2014

El Gobierno chino obligará a los artistas a vivir un mes en el campo para inspirarse

Recuerda a épocas pasadas, pero la noticia es cierta: el Gobierno de China ha ordenado que los artistas del país vivan una temporada —un mes como mínimo— en comunidades rurales o en zonas de producción minera con el fin de que reciban "inspiración" para sus obras, informó la agencia de noticias Xinhua.

La medida, que se encuadra en la campaña del presidente chino Xi Jinping para que la cultura en China ayude a representar "los valores del socialismo", se concretará en viajes trimestrales organizados por la Administración de Prensa, Publicaciones, Radio, Cine y Televisión, que hizo pública esta campaña en un comunicado.

Dentro de esta iniciativa la citada administración, que también se encarga de aplicar la censura en el país, enviará además a equipos de rodaje completos a distintas zonas rurales de China para que "convivan con las masas" y creen cinco películas y series de televisión con temáticas dictadas por el Gobierno.

Por otro lado, un centenar de periodistas, presentadores y directores de programas televisivos serán llevados a trabajar a zonas habitadas por minorías étnicas, a las fronteras o a "áreas que contribuyeron a la victoria en la guerra revolucionaria".

La administración estatal señaló que estas medidas, que busca que estén vigentes a largo plazo, "ayudarán a que los artistas se formen un correcto punto de vista en el arte y creen más obras maestras".

En la Revolución Cultural (1966-76) miles de artistas, entre otros muchos intelectuales, fueron enviados al campo para "reeducarse", en la mayor parte de los casos durante años, y algunos de ellos fallecieron víctimas del hambre o las enfermedades.

La campaña se produce dos meses después de que el presidente chino, Xi Jinping, señalara en un encuentro con destacados artistas del país que éstos deberían centrarse en crear obras "que sirvan al pueblo y presenten los valores clave del socialismo".

Xi señaló entonces, en un muy comentado discurso, que los artistas no deben ser "esclavos del mercado" y su trabajo no ha de seguir "el olor del dinero".

Detenciones de artistas

Paralelamente, este año se han producido sonadas detenciones de artistas, especialmente actores, por consumo de drogas y contratación de prostitutas, en lo que también se percibe como una campaña contra la relajación de costumbres en los círculos artísticos nacionales.

Entre los detenidos destacaron el actor Jaycee Chan, hijo de la estrella de las artes marciales Jackie Chan, o el director de cine Wang Quanan (galardonado en 2007 con el Oso de Oro de Berlín).

A raíz de estas detenciones, el Gobierno chino prohibió a las televisiones y otros medios del país que emitieran canciones, películas y otras producciones de artistas implicados en casos de drogas o prostitución.